Aires de buenos stencils

Fsssshhhh silba el aerosol mientras estampa su nueva marca en una pared sobre la calle Uruguay al 200, en pleno centro de Buenos Aires. Es domingo y está anocheciendo. Una pareja que pasa por la vereda de enfrente se detiene a mirar al consumado “tatuador” de paredes (stencilero, para los entendidos). Lo ven moverse veloz, con una radiografía calada en una mano y con el aerosol en la otra. De la mochila, que le cuelga en bandolera, y está entreabierta asoman algunas latas más. La operación dura no más de 30 segundos. El joven stencilero no advierte que está siendo observado. Tampoco parece importarle. Termina con lo suyo y se va en dirección a Avenida de Mayo.
La pareja cruza la calle y advierte que en esa pared hay muchos más de esos coloridos dibujos llamados stencils. Sacan unas fotos con el celular, pero se quedan mirando el último. Una figura sin manos que se dibuja en la pared. Observan con atención y quizá no sepan que el de la sonrisa y los brazos en alto es Perón (Foto 1). Y aun si lo lograran inferir es probable que no alcancen a entender el sentido último que encierra ese stencil en particular. Y ahí radica una de las mayores virtudes de esta técnica, que suele tematizar con cuestiones socio-políticas, aunque no se agota ahí, claro. Este arte urbano, surgido en Londres en los ochentas y “exportado” a otras grandes ciudades del mundo, apela por definición al transeúnte. En la mirada del otro encierra la razón de su ser. Así suele ser, además de políticamente “incorrecto”, irónico, bizarro, anti sistema, gracioso y crítico hasta la corrosión.
Buenos Aires y el conurbano tienen grandes stencileros (el Burzaco stencil es uno de los grupos más reconocidos) que han hecho pintadas (¿obras de arte?) tan reconocidas que dieron la vuelta al mundo. La cara de Bush con las orejas de Mickey (Foto 2) es tal vez la más famosa. Incluso llegó a ser motivo de remeras y pancarta de protesta en muchas de las manifestaciones contra la invasión estadounidense a Irak.
Donde otros ven carteles, mugre y pintadas de todo tipo en paredes viejas, los stencileros hacen un lugar, como si fuera un “lienzo” para atrapar la mirada del caminante. A partir de una estética –más o menos depurada– que promete llevar temas e ideas hasta la vuelta misma de la esquina.

Por Matías Izaguirre

publicadas por esteban martínez 

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